Introducción
En el presente ensayo intento dar respuesta a la pregunta antes
mencionada basándome en autores meramente psicoanalistas, donde me atrevo a
comparar al Ello (y las otras instancias psíquicas de Sigmund Freud) con otros
términos que sus seguidores aportaron al psicoanálisis, siempre pretendiendo
señalar la parte más primitiva y natural de todo ser humano, donde están
acumulados nuestros verdaderos deseos, nuestros impulsos y nuestros instintos.
Desarrollo
Aunque
“el uso de la palabra [Ello] se remonta a la época de Nietzche” (James
Strachey, 1923), para hablar del Ello es necesario mencionar primeramente a
Sigmund Freud, quien fue el que adoptó esta palabra dándole un significado
diferente y más preciso junto con otras dos instancias psíquicas (el Yo y el
Súper yo) formando así el aparato psíquico. Para Freud, el Ello es en parte
todo lo reprimido, es la instancia o estructura del aparato psíquico más
antigua, así que esta instancia actúa en la psique del bebé como única,
permitiéndole a éste explorar y descubrir el mundo de manera que nada ni nadie le
impida conocerlo tal cual es en su estado más natural; y sólo el enfrentamiento
con los sujetos y la sociedad provocará en él la aparición del yo y
consecuentemente del superyó.
James Strachey (1923) mencionaba que el
propósito del Ello es lograr y vivir una y otra vez en el principio del placer.
Y entonces cuando el niño enfrenta al ambiente y su sociedad fuera de casa se
da cuenta de que hay reglas, existe la moral y la religión, y es en este darse
cuenta que se genera el Yo, que empieza a empeñarse en hacer valer por encima
del Ello el influjo del mundo exterior así como sus objetivos personales, es
decir, se afana por remplazar el principio de placer por el principio de realidad
(James Strachey, 1923).
“Para el yo, la percepción cumple el
papel que en el ello corresponde a la pulsión. El yo es el representante de lo
que puede llamarse razón y prudencia, por oposición al ello, que contiene las
pasiones” (James Strachey, 1923, p. 27). Así que hasta aquí podemos llegar a la
conclusión en relación a Sigmund Freud de que el Ello actúa sobre nosotros como
aquella instancia capaz de satisfacer todos nuestros apetitos, nuestros deseos
carnales así como motor para darle rienda todo impulso como la ira o el deseo sexual.
Enseguida nos encontramos con uno de los más reconocidos seguidores de
Sigmund Freud llamado Carl Gustav Jung quien en su teoría emplea el término de
sombra. "La sombra representa cualidades y
atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales (incluso
conscientes) como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos
damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos
en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas"
(Carl Gustav Jung, 1919-1928). Por eso me atrevo a equipararlo con el término
de Ello que S. Freud manejaba solamente en el sentido de que ambos atribuyen a
esta parte en nosotros como aquel sitio donde se encuentran nuestros impulsos,
siendo importante mencionar la diferencia que radica en que el contenido
encontrado en el Ello no necesariamente se reprime (es decir, no siempre se
dirige al inconsciente) y en la sombra vemos que para que un contenido pueda
depositarse ahí, es ya una cualidad el hecho de que se encuentre reprimido. Por
esta observación citada, en un principio creí que quizás era más apropiado
comparar la sombra de Jung con el inconsciente de Freud, sin embargo tomemos en
cuenta que Jung también maneja su propio concepto de inconsciente tal como Freud,
con la diferencia de que Carl G. Jung divide a éste en personal y colectivo.
Así que para que no haya malentendidos,
tengamos en mente esta aclaración y hablemos, en este caso, de cómo actúa la
sombra en nuestra psique.
Al igual que el Ello, la sombra empleada
por Jung es un aspecto desconocido o no reconocido de toda personalidad que no
solamente aparece en nuestros sueños, sino que puede manifestarse de muchísimas
formas. Nuestra sombra actuando en nuestra psique puede hacer que hagamos un
acto impulsivo o impensado, también puede aparecer cuando estamos cansados,
bajo presión o estamos sufriendo una enfermedad.
En su mayor parte, la sombra se compone
de deseos reprimidos e impulsos no civilizados que hemos excluido de nuestra
auto-imagen. De modo que las motivaciones de ese tipo son percibidas como
moralmente inferiores, por lo que también depositamos en la sombra ciertas
fantasías así como resentimientos (Marie-Louise von Franz, 1992).
La sombra es tan sólo un poco inferior,
primitiva, inadaptada y torpe. Inclusive contiene cualidades infantiles o
primitivas que en cierto modo podrán vitalizar y embellecer la existencia
humana, pero las costumbres (quizás el Súperyo) lo prohíben (C. G. Jung, 1919).
Anwandter Rosa (1994) afirmó que estas características no reconocidas
que son depositadas en nuestra sobra, a menudo se perciben a través de los
demás a causa del mecanismo de proyección, el cual consiste en observar
tendencias propias en otras personas que probablemente no correspondan a esas
personas en realidad. Debido a la dificultad en reconocer y aceptar nuestra
propia sombra, este mecanismo es una de las formas más usuales de adjudicar a
los demás nuestros defectos y de esta manera no responsabilizarnos ni trabajar
con ellos.
En palabras propias de C. Jung
(1919-1928), todo aquello que rechazamos de nosotros mismos, pasa a ser nuestra
sombra que es la suma de todo lo que no queremos, pero es necesario ocuparnos
de estos aspectos porque lo que rechazamos en nuestro interior, desencadenará
una reacción de angustia y repulsión cada que encontremos estos mismos aspectos
en el mundo exterior.
Las proyecciones nublan nuestra
percepción respecto al prójimo, y de ese modo debilitan la posibilidad de
relaciones humanas auténticas. Y una desventaja adicional que recae más en lo
personal. Y esta es que una parte de nuestra personalidad permanece en este
lado, resultando así que constantemente hagamos cosas que apoyarán ese lado (M.
L. von Franz, 1992).
La confrontación de la conciencia con su
sombra es una necesidad del ser humano. Vale la pena de pasar por este proceso
de llegar a un acuerdo con “el otro” que hay en nosotros, porque así logramos
conocer aspectos de nuestra naturaleza (C. G. Jung, 1919).
Otro de los seguidores de Sigmund Freud que también plantea un concepto parecido
al Ello es Ronald D. Fairbairn, quien establece su propia estructura
endopsíquica conformada por cinco instancias psíquicas (Fairbairn, 1944). La
explicación de cada una de ellas se nos ofrece de forma clara, con sus aspectos
originales así como también se pueden superponer con conceptos de Sigmund Freud
como el Superyó con el Yo Central y el Ello con el Yo Libidinal, que es el que
nos interesa exponer.
Fairbairn (1952) decía que la finalidad
de la libido no era la obtención del placer, sino su relación misma con el
objeto de placer. Para él, la libido consistía en <<el impulso vital
fundamental en el ser humano para convertirse en persona>> (Guntrip,
1968, p. 119).
El lactante tiene originalmente un Yo
unitario, que se desarrolla naturalmente, es decir, como una unidad, si recibe
cuidados maternos buenos, sin embargo se escinde, como autodefensa, si el
entorno es insatisfactorio.
Una segunda parte, el Yo libidinal o
<<auténtico sí mismo>> que es el que pretendo comparar con el Ello,
permanece sin desarrollarse si el Yo central o unitario quedó escindido,
recordando así lo que podría haber sido pero no pudo ser debido a que quedó
truncado a causa de una asistencia materna inadecuada.
La tercera parte se convierte en el Yo
antilibidinal (Superyó pudiera ser) que representa la lucha de la persona por
existir en ausencia de un entorno facilitador. Mientras que el Yo libidinal
actúa en nuestra psique de manera tal que intenta establecer buenas y
satisfactorias relaciones objetales a fin de poderse desarrollar, el Yo
antilibidinal se da cuenta de que no puede progresar y por lo tanto intenta
reprimir al Yo libidinal, de modo que la persona intenta vivir sin la ayuda de
otros. Y por otro lado el Yo central trata de conformar todo este conflicto.
Cuando el sentimiento de seguridad falta
en un lactante, el Yo libidinal se retira (Fairbairn, 1952). El resultado de un
Yo libidinal ausente en nuestra psique es un adulto que, aunque posea talento y
tenga éxito, carecerá de vitalidad y se caracterizará con sentimientos de
inutilidad, así como una dificultad por experimentar sentimientos intensos o
para comprometerse de cualquier forma. “Una persona así aparece, durante el
psicoanálisis, como alguien que no pone auténtico cariño en nada” (J. Turnner,
1986).
Así vemos que la teoría de Freud acerca de las pulsiones del Ello fue
útil para llamar la atención sobre la sexualidad infantil, sin embargo ha sido
sustituida por otras teorías del desarrollo del Yo, donde destaca más el papel
de los padres y los efectos en el desarrollo del Yo del infante.
Luego encontramos a Karen Horney (1951) con los conceptos de el Yo real
y el Yo ideal, los cuales quiero equiparar con el Ello y el Superyó
respectivamente aclarando que me atrevo a hacerlo debido a que el primero es un
término que comprende todo lo que la persona es en un momento dado, y se hace
referencia a él cuando las personas dicen que quieren conocerse tal cual son.
Tanto el Ello como el Yo real se refieren a lo que la persona realmente siente,
quiere, desea. Si la vida psíquica se rigiera por esta instancia como el centro
más vivo, seríamos y haríamos lo que somos naturalmente.
Cabe aclarar que comparé al Ello de
Freud con el Yo real de K. Horney estrictamente por la razón mencionada.
Cuando el Yo real actúa en nuestra
psique de forma fuerte y activa, permite tomar decisiones y asumir la
responsabilidad de sus acciones, por lo tanto, conduce a una sensación de
unidad, de totalidad. Para Horney (1950), el yo real es la fuente de fuerzas
emocionales, de las energías constructivas y facultades de juicio.
El yo real, como Horney lo plantea, a mi
juicio debería ser el conductor de nuestras vidas (de manera manejable, claro)
ya que es quien representa en definitiva la imagen pura, innata, natural,
primitiva de la persona, y representa sus impulsos y deseos reales.
Pues si estos impulsos y deseos no se
satisfacen, el ambiente comienza a ser percibido por el individuo como hostil
acompañado con un sentimiento de frustración de sus necesidades, lo que lo
lleva hacia una separación con su Yo real (Dicaprio, 1989). Esto hace que la
persona cree un ideal alto, e intenta alcanzarlo en la fantasía porque en la
realidad ve que no existe. Y es este fantasear continuo y vívido que hace
remplazar su yo real por un yo ideal (Honrney, 1939). De esta forma el individuo
se enajena y asume sentimientos, pensamientos, motivos y acciones como propios
pero en realidad son venidos de su yo ideal (el Superyó en mi opinión). Y esta
condición, que en un principio fue un conflicto entre necesidades encontradas
(Horney, 1939), es lo que la autora llama neurosis (Horney, 1950).
El yo ideal es lo que el neurótico cree
que puede llegar a ser. Los rasgos particulares del yo real están establecidos
por factores reales de la personas, así que los ideales del yo ideal se basan
en las potencialidades del yo real. Los componentes del yo ideal son
inconscientes, por esto el individuo confunde las demandas de su ideal con las
que sí puede cumplir con su yo real.
El yo ideal es un obstáculo al
crecimiento porque los ideales de esta imagen no son una verdadera motivación
para el sujeto sino que son ideas fijas que cree ciertas y que son veneradas
por él. La persona no es capaz de ver sus errores, sino que los niega para
poder mantener su yo ideal intacto (Horney, 1945).
Conclusión
Podemos
ver que el Ello/la Sombra/el Yo libidinal/el Yo real es una instancia o una
imagen en nuestra psique donde está resguardado todo aquello que nos rige desde
que nacemos, y quizás desde que nos gestamos en el vientre. La diferencia entre
ellas radica en que cada una se forma (o no logra formarse) en diferentes
etapas del desarrollo humano, y la grande e interesante similitud que tienen se
encuentra en que es imposible para cualquier individuo ocultar esta parte por
mucho tiempo. Ha de manifestarse a través de sueños, intuiciones, imágenes que
surgen en la mente, actos fallidos y proyecciones mayormente.
Me encantó haber elegido este tema de
investigación porque mediante ella pude darme cuenta de que es responsabilidad
de cada persona hacernos cargo de este contenido depositado ahí, y de esta
manera ser más libres sintiéndonos dueños de nuestro camino. De no ser así,
esta parte reprimida en nuestra psique seguirá actuando de tal manera que nos
saboteará y no nos permitirá crecer plenamente. Puede llegar a frenar la
expresión de nuestra auténtica forma de ser y sentir.
El encuentro con esta parte implica una
confrontación con uno mismo: un encuentro con nuestro inconsciente, con aquello
de lo cual no siempre nos damos cuenta pero que aun así ejerce un efecto en
nuestras vidas que puede llegar a sorprendernos
Bibliografía
·
James Strachey (1923). Volumen XIX: El Yo y el Ello y otras obras: Amorrortu
Editores.
·
Marie-Louise von Franz en
conversaciones con Fraser Boa (2007). El
Camino de los Sueños: Editorial Cuatro Vientos.
·
Anwandter Rosa (1994). Lexicón Junguiano: Editorial Cuatro
Vientos.
·
Abello Blanco, A. (2010). Reseña de la obra de C. Rodríguez Sutil
“Introducción a la obra de Ronald Fairbairn”: s/e.
·
Johanna Turner (1986). El niño ante la vida: enfrentamiento, competencia y cognición:
Editorial Morata.
·
Cristian Morales (2001). El “yo” según Karen Horney Y Carl Rogers: s/e.
·
Rebeca Retamales Rojas (2007). Ponencia
presentada en la Conferencia internacional “El Arte de la Paz”