miércoles, 8 de octubre de 2014

Cómo actúa el Ello en nuestra psique


Introducción

     En el presente ensayo intento dar respuesta a la pregunta antes mencionada basándome en autores meramente psicoanalistas, donde me atrevo a comparar al Ello (y las otras instancias psíquicas de Sigmund Freud) con otros términos que sus seguidores aportaron al psicoanálisis, siempre pretendiendo señalar la parte más primitiva y natural de todo ser humano, donde están acumulados nuestros verdaderos deseos, nuestros impulsos y nuestros instintos.

Desarrollo

     Aunque “el uso de la palabra [Ello] se remonta a la época de Nietzche” (James Strachey, 1923), para hablar del Ello es necesario mencionar primeramente a Sigmund Freud, quien fue el que adoptó esta palabra dándole un significado diferente y más preciso junto con otras dos instancias psíquicas (el Yo y el Súper yo) formando así el aparato psíquico. Para Freud, el Ello es en parte todo lo reprimido, es la instancia o estructura del aparato psíquico más antigua, así que esta instancia actúa en la psique del bebé como única, permitiéndole a éste explorar y descubrir el mundo de manera que nada ni nadie le impida conocerlo tal cual es en su estado más natural; y sólo el enfrentamiento con los sujetos y la sociedad provocará en él la aparición del yo y consecuentemente del superyó.
James Strachey (1923) mencionaba que el propósito del Ello es lograr y vivir una y otra vez en el principio del placer. Y entonces cuando el niño enfrenta al ambiente y su sociedad fuera de casa se da cuenta de que hay reglas, existe la moral y la religión, y es en este darse cuenta que se genera el Yo, que empieza a empeñarse en hacer valer por encima del Ello el influjo del mundo exterior así como sus objetivos personales, es decir, se afana por remplazar el principio de placer por el principio de realidad (James Strachey, 1923).

“Para el yo, la percepción cumple el papel que en el ello corresponde a la pulsión. El yo es el representante de lo que puede llamarse razón y prudencia, por oposición al ello, que contiene las pasiones” (James Strachey, 1923, p. 27). Así que hasta aquí podemos llegar a la conclusión en relación a Sigmund Freud de que el Ello actúa sobre nosotros como aquella instancia capaz de satisfacer todos nuestros apetitos, nuestros deseos carnales así como motor para darle rienda todo impulso como la ira o el deseo sexual.

     Enseguida nos encontramos con uno de los más reconocidos seguidores de Sigmund Freud llamado Carl Gustav Jung quien en su teoría emplea el término de sombra. "La sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales (incluso conscientes) como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas" (Carl Gustav Jung, 1919-1928). Por eso me atrevo a equipararlo con el término de Ello que S. Freud manejaba solamente en el sentido de que ambos atribuyen a esta parte en nosotros como aquel sitio donde se encuentran nuestros impulsos, siendo importante mencionar la diferencia que radica en que el contenido encontrado en el Ello no necesariamente se reprime (es decir, no siempre se dirige al inconsciente) y en la sombra vemos que para que un contenido pueda depositarse ahí, es ya una cualidad el hecho de que se encuentre reprimido. Por esta observación citada, en un principio creí que quizás era más apropiado comparar la sombra de Jung con el inconsciente de Freud, sin embargo tomemos en cuenta que Jung también maneja su propio concepto de inconsciente tal como Freud, con la diferencia de que Carl G. Jung divide a éste en personal y colectivo.
Así que para que no haya malentendidos, tengamos en mente esta aclaración y hablemos, en este caso, de cómo actúa la sombra en nuestra psique.

Al igual que el Ello, la sombra empleada por Jung es un aspecto desconocido o no reconocido de toda personalidad que no solamente aparece en nuestros sueños, sino que puede manifestarse de muchísimas formas. Nuestra sombra actuando en nuestra psique puede hacer que hagamos un acto impulsivo o impensado, también puede aparecer cuando estamos cansados, bajo presión o estamos sufriendo una enfermedad.
En su mayor parte, la sombra se compone de deseos reprimidos e impulsos no civilizados que hemos excluido de nuestra auto-imagen. De modo que las motivaciones de ese tipo son percibidas como moralmente inferiores, por lo que también depositamos en la sombra ciertas fantasías así como resentimientos (Marie-Louise von Franz, 1992).
La sombra es tan sólo un poco inferior, primitiva, inadaptada y torpe. Inclusive contiene cualidades infantiles o primitivas que en cierto modo podrán vitalizar y embellecer la existencia humana, pero las costumbres (quizás el Súperyo) lo prohíben (C. G. Jung, 1919).

     Anwandter Rosa (1994) afirmó que estas características no reconocidas que son depositadas en nuestra sobra, a menudo se perciben a través de los demás a causa del mecanismo de proyección, el cual consiste en observar tendencias propias en otras personas que probablemente no correspondan a esas personas en realidad. Debido a la dificultad en reconocer y aceptar nuestra propia sombra, este mecanismo es una de las formas más usuales de adjudicar a los demás nuestros defectos y de esta manera no responsabilizarnos ni trabajar con ellos.

En palabras propias de C. Jung (1919-1928), todo aquello que rechazamos de nosotros mismos, pasa a ser nuestra sombra que es la suma de todo lo que no queremos, pero es necesario ocuparnos de estos aspectos porque lo que rechazamos en nuestro interior, desencadenará una reacción de angustia y repulsión cada que encontremos estos mismos aspectos en el mundo exterior.

Las proyecciones nublan nuestra percepción respecto al prójimo, y de ese modo debilitan la posibilidad de relaciones humanas auténticas. Y una desventaja adicional que recae más en lo personal. Y esta es que una parte de nuestra personalidad permanece en este lado, resultando así que constantemente hagamos cosas que apoyarán ese lado (M. L. von Franz, 1992).

La confrontación de la conciencia con su sombra es una necesidad del ser humano. Vale la pena de pasar por este proceso de llegar a un acuerdo con “el otro” que hay en nosotros, porque así logramos conocer aspectos de nuestra naturaleza (C. G. Jung, 1919).

     Otro de los seguidores de Sigmund Freud que también plantea un concepto parecido al Ello es Ronald D. Fairbairn, quien establece su propia estructura endopsíquica conformada por cinco instancias psíquicas (Fairbairn, 1944). La explicación de cada una de ellas se nos ofrece de forma clara, con sus aspectos originales así como también se pueden superponer con conceptos de Sigmund Freud como el Superyó con el Yo Central y el Ello con el Yo Libidinal, que es el que nos interesa exponer.

Fairbairn (1952) decía que la finalidad de la libido no era la obtención del placer, sino su relación misma con el objeto de placer. Para él, la libido consistía en <<el impulso vital fundamental en el ser humano para convertirse en persona>> (Guntrip, 1968, p. 119).
El lactante tiene originalmente un Yo unitario, que se desarrolla naturalmente, es decir, como una unidad, si recibe cuidados maternos buenos, sin embargo se escinde, como autodefensa, si el entorno es insatisfactorio.
Una segunda parte, el Yo libidinal o <<auténtico sí mismo>> que es el que pretendo comparar con el Ello, permanece sin desarrollarse si el Yo central o unitario quedó escindido, recordando así lo que podría haber sido pero no pudo ser debido a que quedó truncado a causa de una asistencia materna inadecuada.
La tercera parte se convierte en el Yo antilibidinal (Superyó pudiera ser) que representa la lucha de la persona por existir en ausencia de un entorno facilitador. Mientras que el Yo libidinal actúa en nuestra psique de manera tal que intenta establecer buenas y satisfactorias relaciones objetales a fin de poderse desarrollar, el Yo antilibidinal se da cuenta de que no puede progresar y por lo tanto intenta reprimir al Yo libidinal, de modo que la persona intenta vivir sin la ayuda de otros. Y por otro lado el Yo central trata de conformar todo este conflicto.

Cuando el sentimiento de seguridad falta en un lactante, el Yo libidinal se retira (Fairbairn, 1952). El resultado de un Yo libidinal ausente en nuestra psique es un adulto que, aunque posea talento y tenga éxito, carecerá de vitalidad y se caracterizará con sentimientos de inutilidad, así como una dificultad por experimentar sentimientos intensos o para comprometerse de cualquier forma. “Una persona así aparece, durante el psicoanálisis, como alguien que no pone auténtico cariño en nada” (J. Turnner, 1986).

     Así vemos que la teoría de Freud acerca de las pulsiones del Ello fue útil para llamar la atención sobre la sexualidad infantil, sin embargo ha sido sustituida por otras teorías del desarrollo del Yo, donde destaca más el papel de los padres y los efectos en el desarrollo del Yo del infante.

     Luego encontramos a Karen Horney (1951) con los conceptos de el Yo real y el Yo ideal, los cuales quiero equiparar con el Ello y el Superyó respectivamente aclarando que me atrevo a hacerlo debido a que el primero es un término que comprende todo lo que la persona es en un momento dado, y se hace referencia a él cuando las personas dicen que quieren conocerse tal cual son. Tanto el Ello como el Yo real se refieren a lo que la persona realmente siente, quiere, desea. Si la vida psíquica se rigiera por esta instancia como el centro más vivo, seríamos y haríamos lo que somos naturalmente.
Cabe aclarar que comparé al Ello de Freud con el Yo real de K. Horney estrictamente por la razón mencionada.

Cuando el Yo real actúa en nuestra psique de forma fuerte y activa, permite tomar decisiones y asumir la responsabilidad de sus acciones, por lo tanto, conduce a una sensación de unidad, de totalidad. Para Horney (1950), el yo real es la fuente de fuerzas emocionales, de las energías constructivas y facultades de juicio.
El yo real, como Horney lo plantea, a mi juicio debería ser el conductor de nuestras vidas (de manera manejable, claro) ya que es quien representa en definitiva la imagen pura, innata, natural, primitiva de la persona, y representa sus impulsos y deseos reales.

Pues si estos impulsos y deseos no se satisfacen, el ambiente comienza a ser percibido por el individuo como hostil acompañado con un sentimiento de frustración de sus necesidades, lo que lo lleva hacia una separación con su Yo real (Dicaprio, 1989). Esto hace que la persona cree un ideal alto, e intenta alcanzarlo en la fantasía porque en la realidad ve que no existe. Y es este fantasear continuo y vívido que hace remplazar su yo real por un yo ideal (Honrney, 1939). De esta forma el individuo se enajena y asume sentimientos, pensamientos, motivos y acciones como propios pero en realidad son venidos de su yo ideal (el Superyó en mi opinión). Y esta condición, que en un principio fue un conflicto entre necesidades encontradas (Horney, 1939), es lo que la autora llama neurosis (Horney, 1950).

El yo ideal es lo que el neurótico cree que puede llegar a ser. Los rasgos particulares del yo real están establecidos por factores reales de la personas, así que los ideales del yo ideal se basan en las potencialidades del yo real. Los componentes del yo ideal son inconscientes, por esto el individuo confunde las demandas de su ideal con las que sí puede cumplir con su yo real.
El yo ideal es un obstáculo al crecimiento porque los ideales de esta imagen no son una verdadera motivación para el sujeto sino que son ideas fijas que cree ciertas y que son veneradas por él. La persona no es capaz de ver sus errores, sino que los niega para poder mantener su yo ideal intacto (Horney, 1945).

Conclusión

     Podemos ver que el Ello/la Sombra/el Yo libidinal/el Yo real es una instancia o una imagen en nuestra psique donde está resguardado todo aquello que nos rige desde que nacemos, y quizás desde que nos gestamos en el vientre. La diferencia entre ellas radica en que cada una se forma (o no logra formarse) en diferentes etapas del desarrollo humano, y la grande e interesante similitud que tienen se encuentra en que es imposible para cualquier individuo ocultar esta parte por mucho tiempo. Ha de manifestarse a través de sueños, intuiciones, imágenes que surgen en la mente, actos fallidos y proyecciones mayormente.

Me encantó haber elegido este tema de investigación porque mediante ella pude darme cuenta de que es responsabilidad de cada persona hacernos cargo de este contenido depositado ahí, y de esta manera ser más libres sintiéndonos dueños de nuestro camino. De no ser así, esta parte reprimida en nuestra psique seguirá actuando de tal manera que nos saboteará y no nos permitirá crecer plenamente. Puede llegar a frenar la expresión de nuestra auténtica forma de ser y sentir.

El encuentro con esta parte implica una confrontación con uno mismo: un encuentro con nuestro inconsciente, con aquello de lo cual no siempre nos damos cuenta pero que aun así ejerce un efecto en nuestras vidas que puede llegar a sorprendernos

Bibliografía
                              
·         James Strachey (1923). Volumen XIX: El Yo y el Ello y otras obras: Amorrortu Editores.
·         Marie-Louise von Franz en conversaciones con Fraser Boa (2007). El Camino de los Sueños: Editorial Cuatro Vientos.
·         Anwandter Rosa (1994). Lexicón Junguiano: Editorial Cuatro Vientos.
·         Abello Blanco, A. (2010). Reseña de la obra de C. Rodríguez Sutil “Introducción a la obra de Ronald Fairbairn”: s/e.
·         Johanna Turner (1986). El niño ante la vida: enfrentamiento, competencia y cognición: Editorial Morata.
·         Cristian Morales (2001). El “yo” según Karen Horney Y Carl Rogers: s/e.
·         Rebeca Retamales Rojas (2007). Ponencia presentada en la Conferencia internacional “El Arte de la Paz”