lunes, 19 de agosto de 2013

Conversando con Gabo

     Ya era tarde, y no me daba sueño… hacía mucho viento y se divisaba una lluvia con bastantes truenos. El cielo me pareció inspirador para hacer unos cuantos análisis sobre mi existencia y otros temas más; fue así que empecé a analizar las posibles formas de regresar al pasado.
¿Habrá forma de regresar al pasado? –me pregunté en voz alta. Había escuchado tiempo atrás sobre unos hechizos un tanto teóricos, que por lo mismo no me daban tanta confianza… también escuché sobre la ayahuasca en una de mis clases con el profe Paúl, esa pudiera ser una buena forma de volver al pasado (aunque sea en la imaginación)… ¿o en la famosa máquina del tiempo?... me parecía un tanto lujosa la idea.

     De pronto escuché a mi abuela desde la cocina: ¿y por qué quieres viajar al pasado, hija?... sentí claramente cómo escalofríos recorrían todo mi cuerpo, con eso de que los truenos ayudaron a escenificar las palabras de mi abuela… pero después de cinco segundos pensé “sólo es mi abuela” y suspiré de alivio. Así fue que estuve lista para contestar a su pregunta: Ay, abue, es que necesito hacer una tarea que resulte de una conversación con el dramaturgo y filósofo Gabriel Marcel; -ah, ese Gabriel –contestó mi abuela con un poco de desdén -¿lo conoces? -cómo no, conozco a todos cuantos te puedas imaginar.

     Al parecer habían pasado ya algunas horas desde la plática con mi abuela, ya era de día, y el cielo se encontraba despejado y sin rastro alguno de una próxima lluvia. ¿Y mi abuela? Ya no estaba. Siendo que me parecía un día perfecto para que me presentara a Marcel, no sé, en alguna cafetería fuera de la ciudad o tal vez en un parque cercano a mi casa, estaba tentada a pedirle ese favor a mi abuela, tal vez por medio de una magia, obra o ritual… pero no tuve qué pensarlo tanto, de pronto mi abuela apareció sentada a la mesa a la hora del desayuno. -¡listo! He concertado una cita con ese Gabriel para que puedas conocerlo hoy mismo –dijo la abuela entusiasmada. Pero yo lo estaba más, por fin iba a conocer a Gabriel Marcel…

     Y así fue, siendo las 6 de la tarde del 8 de Octubre de 1973 en el Café de Flore en París, Francia lo conocí:
-Hola, ¿usted es Gabriel Marcel?
-Háblame de “tú”, me parece más apropiado y con el tiempo que nos resta no andar con toda esa formalidad.
-¿Cómo que nos queda poco tiempo?
-Sí, ¿no te dijo tu abuela? Hoy parto a mi hogar.
-Ok, pues vámonos apurando -le contesté sin siquiera preguntarle a qué hogar se refería.
-Claro, ¿qué te gustaría saber de mí? y yo contesto.
-Yo quisiera saber más que nada los conceptos que desarrollaste y detalles acerca de tus estudios.
-Bueno, el eje de mi carrera parte de mi idea de que los individuos tan sólo pueden ser comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados y comprometidos.
-¿Puedo opinar? –le pregunté.
-Por supuesto, cuantas veces quieras y tengas oportunidad.
-Esto me hace recordar la película “efecto sombra”. Que hace referencia a que como seres humanos tenemos un lado no aprobado moralmente, y que por tanto reprimimos, negamos o distorsionamos para hacerlo aceptable, y como dices tú, es así que podemos comprender mejor a una persona: desde un contexto en que se vea implicada y comprometida, es decir, en su punto más débil.
-¡Así es! –contestó Marcel como si mi respuesta hubiese sido muy atinada.
-Bueno, y ahora háblame acerca de tu concepto de copresencia o intersubjetividad.
-Aunque yo lo comprendo muy bien, a veces parece difícil de explicar… bueno, aun nos restan un par de horas más… resulta que Descartes dice “yo pienso”, con lo cual no estoy de acuerdo, ya que con el pronombre personal “yo” encierra al ego. El yo cartesiano en su individualidad se bloquea en sí mismo sin haber alcanzado ninguna trascendencia. Desde ese ego el otro no puede dialogar ya que el otro no es aceptado como un “tú” (otro yo).
-Wow, Gabriel, me haces recordar a otra de mis clases, específicamente cuando hablamos de otredad, y por eso puedo decir que estoy de acuerdo contigo… no podemos descartar al sentido del otro porque todos somos uno, no somos uno sin el otro, ni el otro sin el uno...
-Y en una interrupción, G. Marcel agregó: al reconocer la existencia de otro, la propia persona asume su identidad. O como dice una de mis frases célebres: “No hay mayor sufrimiento que estar solo”.
-¡Exacto! Eso dice el concepto de otredad.
-De hecho mi vida ha sido un esfuerzo de comunión con todo, todos y el todo, por la receptibilidad y el don de sí mismo: “participación sin fronteras”.
-Y bueno, a ver Marcel, ¿podrías citarme más de tus frases?
-Bueno, hay una que me gusta en particular y dice: “debemos vivir y trabajar como su tuviésemos una eternidad ante nosotros”.
-¡Desarrollo sustentable! –dije yo.
-¿Perdón?
-Ah, es que esa frase parece que nos invita a cuidar de nuestro medio ambiente, a darle vida a nuestro mundo y tener intención de prolongarlo lo más que seamos capaces por medio de acciones ecológicas. ¿O me equivoco?
- Cierto. Mi frase puede interpretarse como que debemos trabajar en nuestro planeta como si fuéramos a vivir para siempre en él.
-¡Venga, Marcel! Dime otra frase.
-“Cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive”.
-Simple y complejo, orden y caos, ¿cierto?
-Así es, a veces es realmente necesario lo complejo y el caos para dar vida a nuevas creaciones.
-Sí, ya que a veces en el orden pueden escaparse muchas de nuestras ideas.
-Y aquí tengo otra frase bajo la manga, a ver qué lección te viene a la mente: “Mientras sea creador, por bajo que sea el nivel de su creación, un hombre puede considerarse verdaderamente libre”.
-Claro que se me viene a la mente la clase en que creamos frases con una sola frase de principio (como la de Benito Juárez), eso nos ayudó a hacer creaciones desde lo más simple hasta poder llegar a lo complejo por iniciativa propia, quiero decir que nos marcó la pauta para empezar a liberarnos y ser más creativos. Aunque admito que de principio me pareció algo absurdo, tenía todas las bases para creaciones mayores.
-Bueno, basta de frases célebres –dijo Gabriel- Ahora te doy tiempo para que me hables de otra de tus clases, ¿qué te parece?
-Bien, me gustaría hablarte de diacronía y sincronía, ¿comprendes estos términos?
-Claro, lo diacrónico te permite tener un sentido en el tiempo y lo sincrónico es simultáneo, lo que ocurre a la vez que otra cosa. Y eso lo puedo asemejar con dos de los tres niveles que determino en el ser:
a) El nivel de la encarnación: el hombre es espíritu encarnado, porque posee un cuerpo.
b) El nivel de la comunión con los demás seres: intersubjetividad. Este pudiera ser lo sincrónico porque los que nos encontramos vivos ahora estamos viviendo a la par.
c).- El nivel de la experiencia de la trascendencia. Este nivel sería el más elevado, porque la participación con el ser trascendente otorga un ensamblaje con lo real en sumo grado. Y éste sería lo diacrónico, porque aunque todos estemos viviendo “al mismo tiempo” tenemos una misión de trascender “en el tiempo”.
-Ok, también sé que tienes 5 obras:
·  Diario metafísico (1923)
·  Ser y tener (1933)
·  Del rechazo a la invocación (1940)
·  Homo viator (1944)
·  El misterio ontológico (1959)
Háblame de ellas…

     De pronto unas gotas de lluvia empezaron a invadir nuestra mesa en el Café de Flore, que en realidad era mi cama… sí, desperté y me di cuenta que todo había sido un sueño, que aquella noche lluviosa me había quedado dormida… qué bendita forma de viajar al pasado… mediante un sueño.

     Y hoy comprendo por qué Gabriel Marcel dijo que ese día partiría a su hogar, sí, es que ese fue el día en que murió. No estaba dispuesta a quitarle más su tiempo si de partir a su hogar se trataba.


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