jueves, 15 de agosto de 2013

Definiendo un adiós

Tomo la pluma, y empiezo cada carta, diciéndote un “hola” mientras empiezo otra: termino por llenar una bolsa de papeles destinada a ti con la misma remitente.
Pasan las horas, la hoja sigue en blanco, teniéndote de frente es todo lo contrario, pero es que tengo miedo de que falte algún punto, quiero hacerlo bien, no como el resto del mundo.
Quiero que te enteres que un perdón no pretendo, que no me perdones, ¡seguro que lo entiendo! quiero que te enteres que “el error que cometí” lo hice por mí, por amor a mí; porque sé que tú por amores no te paras, lindos como tú acaparan las miradas.
Yo me retiré, no porque no me importaras, sino porque todo lo que hacías me mataba.
Porque tú, como yo, pedías libertad a gritos.
Yo sólo quería que tú fueras para mí, y por consecuencia, ser lo mismo para ti. Pero “todo por servir se acaba”, decía mi abuela, pero nunca dijo lo feo que se sentía, que llorabas ácido que quema mejillas, y un sabor a sal que perdura todo el día.
Yo nunca te quise, sólo te necesitaba, pero tú nunca entendiste todo lo que te anhelaba.
Mientras tanto mi mundo se cerraba, volvía lo que no quería que me regresara. Mi oxígeno perdía si de ti yo no sabía, porque ni una llamada tuya yo me merecía.
Mientras te esperaba más te me alejabas; siempre las mejores excusas encontrabas.

Espero que entiendas el mensaje. Ya no hay remedio. Es un adiós definitivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Otra vez para Anayantzin: